¡ BIENVENIDOS !

Hola a todos! les doy una cordial bienvenida a descubrir el mundo de la poesía. Espero aprecien el amor por las artes humanísticas.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Poesía de Clara Lair


Lullaby Mayor
de Clara Lair


Duerme mi niño grande, duerme, mi niño fuerte:que

el juego del amor rinde como la muerte.

Alas le dé a tu sueño el éter de quimeras

que ha dejado en tu rostro tan dolientes ojeras.

Clama le dé a tu sueño el mar de los sentidos

que ha dejado tus brazos tan largos y tendidos.

Duerme, mi niño grande; duerme, mi niño fuerte:

que el juego del amor rinde como la muerte...

(¡Allá afuera es la luna y el marullo del mar

en la fragua del trópico brillando por quemar!

¡Allá afuera es la esencia-veneno del jardín,

y los pérfidos astros

avivando, encendiendo azabache, alabastros

en carne negra y blanca: la caldera sin findel trópico

trasmutando los cuerpos al corto cielo erótico!)

Duerme mi niño grande; duerme, mi niño fuerte:

que el juego del amor rinde como la muerte.

(¡Allá afuera es el negro camino de miasmas

y mi sombra acechando tu sombra entre fantasmas!

¡Duerme callado y ágil, vigílame la puerta!¡

Que se va si despierta!)

Me quedaré a tu lado quieta, casta e inerme,

mientras tu alma sueña, mientras tu cuerpo duerme.

Quizá ningún empeño

de mi cuerpo y alma

te dé lo que ese sueño...

Quizá la vida fuerte

es nada ante la calma

que te dará la muerte..

(¡Marullo del mar, cállate; sepúltate coquí!

¡Qué así, dormido o muerto, quién lo aleja de mí!)

Duerme mi niño fuerte; duerme mi niño grande:

el sueño de la vida con la muerte se expande...

(¡Porqué no amará a otra, que ni a mí misma amará!

¡Qué la tierra por siempre sus brazos se desquiciará!

¡Ay si no despertara!)

¡¡¡ Poesía que deleita el alma !!!







Yo fui la más callada


de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.


No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,


ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;


mi ruta era la música salvaje de los pájaros


que soltaba a los aires mi bondad en revuelo.




No me cargaron buques pesados de opulencia
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;


encima de los buques mi rostro aparecía


silbando en la redonda sencillez de los vientos.




No pesé la armonía de ambiciones triviales


que prometía tu mano colmada de destellos:


sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil


el trágico abandono que ocultaba tu gesto.




Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.

Te parecías al mar, resonante y discreto.

Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.

Sobre mi tú seguiste como el sol en los pétalos.


Y caminé en la brisa de tu dolor caído

con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:

tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes

en inmenso río blanco corriendo hacia el desierto.